sábado, 18 de noviembre de 2017

Eventos culturales

Una Gata sobre el tejado de Zinc Caliente- Tennessee Williams

El día 11 de noviembre de 2017 se representaba en el teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife la magnífica obra escrita por Tennessee Williams Una Gata sobre un tejado de Zinc caliente publicada en 1955 y estrenada en Madrid por vez primera en el año 1959. Sufrió, como muchas otras obras de la época, la censura, que obligó a la obra a cambiar el título a La Gata sobre el tejado.

En cuanto a los espectadores que se encontraban en el teatro, que eran bastantes, ya que había pocos asientos vacíos, debemos definirlo como un público bastante cercano, que se reía cuando había que reírse y que, en ciertas ocasiones en las que la tensión dramática se palpaba en el ambiente, ciertas personas adelantaban sus cuerpos, como si siquiera llegar antes a la revelación final que estaba aconteciendo. Y, aunque normalmente la temperatura de los teatros suele ser más fría de lo habitual, no fue el caso de esta vez. Comenzaba a hacer calor desde el minuto primero de la representación, lo que provocó que en el minuto 30 todos comenzaran a utilizar el programa que nos habían dado como abanico. No sé exactamente si estaba preparado de esta manera o si, por el contrario, era toda una coincidencia provocada por nuestro cerebro ante lo que estábamos visualizando, pero a medida que comenzaba la obra, que recordemos que comienza en una calurosa tarde de verano, y llegaba al final donde incluso comienza una tormenta en el escenario, la temperatura bajaba de manera tal que ya no era necesario abanicarse, ni buscar un ápice de aire. Como si en realidad hubiésemos sido participes activos de aquella tarde en la que sucedían los acontecimientos.

El decorado del espacio de la obra en la que se estaba representando en la que se utilizaban los colores pasteles blancos, beige, azul pastel… hacían que el vestuario que portaban los personajes destacara con respecto al resto de la escena haciendo que pudieran fijarte con claridad en lo que estaba sucediendo en la escena.

 La naturalidad que exigía la obra fue gratamente bien escenificada por los actores, quienes proyectaban de manera espléndida sin caer en el dramatismo, en ocasiones irreal propios de las obras de teatro, manteniendo la naturalidad en todo momento. En concreto, es digno de alabanza el personaje del padre representado por Juan Diego, quien era capaz de proyectar incluso en los susurros haciendo que nos enteráramos de todas las palabras que salían por su boca. El personaje de Maggie representado por Begoña Maestre también digno de alabanza, así como todos los demás actores que formaban este maravilloso elenco. Esa misma naturalidad es la causante de que el espectador fuese capaz de entrar a formar parte de aquel caluroso día veraniego en la que se producían múltiples acontecimientos.


Casi ya al final de la obra, cuando estalla en el escenario la tormenta en la que cae agua y rayos, el sonido era tal que, sin perder ni una sola palabra que pronunciaban los actores, se escuchaba realmente bajito, aportando a la obra una mayor naturalidad en el acto comunicativo.
La utilización de la luz en el escenario fue perfecta, la obra comenzaba con una mañana calurosa y poco a poco se iría transformando en la tarde calurosa con la que los personajes comenzarían a dialogar entre sí, hasta llegar a la noche tormentosa con la que acabará la obra en la que la utilización de la luz es fundamental. Asimismo, la utilización del espacio escénico por parte de los actores fue sublime, pues consiguieron el equilibrio escénico que permitiría llenar todo el espacio que estábamos visualizando.

Los numerosos objetos que entraban y salían de escena gracias a las acciones de los actores, les permitían actuar con esa naturalidad que se requería en la obra. Y por último, pero no menos importante, la actuación de los actores que representaban personajes bien diferenciados en los que podíamos ver a un Brick (Andreas Muñoz) roto por dentro debido a la muerte de su amigo y dispuesto a emborracharse para no ver la mentira que supone vivir en el mundo real; a Maggie (Begoña Maestre), una gata que se encuentra en un tejado a punto de derrumbarse, pero dispuesta a luchar hasta el final; una Mae (Marta Molina) y a Gooper (Jose Luis Patiño) más interesados en la herencia de su padre que en el estado de salud en el que se encuentra el patriarca. Una madre (Alicia Sánchez) en un principio feliz de la mejora repentina de su marido y destrozada después por la mentira que le han hecho creer y lo que ella representa; y un padre (Juan Diego) preocupado por el estado y la historia de su hijo Brick y harto de la vida que lleva.

Todo este reparto de maravillosos actores fueron los causantes de una representación de la adaptación perfecta (por parte de la directora Amelia Ochandiano) que supuso la gran ovación en la que los actores se vieron en la obligación de saludar en más de tres ocasiones, produciendo así una noche mágica en la que el teatro tuvo un papel protagonista y de la que todos los espectadores fuimos capaces de disfrutar

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