Tuve la fortuna de toparme con la grandiosa novela de El Retrato de Dorian Gray, escrita por el ilustrísimo Oscar Wilde. Es este quizá, uno de los libros más impactantes que he leído yo en todo lo que llevo de vida (que es bien poco a decir verdad). Considero que se trata de una de las obras que deberían ser leídas por todos los adolescentes y jóvenes del mundo, ya que tras la lectura de este fragmento, cada una de las personas que se encuentran fuera de la novela, es decir, nosotros, los lectores, acabamos convirtiéndonos en pequeños Dorian Gray que busca siempre de las palabras de Lord Henry, quién le sumergirá en un nuevo mundo que había estado antes inaccesible para todos los jóvenes como nosotros, pues no debemos olvidar que <<influir sobre una persona es transmitirle nuestra propia alma. No piensa ya con sus pensamientos naturales ni se consume con sus pasiones naturales.>> Y creedme cuando os afirmo que lord Henry supondrá una influencia de la que no podremos escapar jamás y que se mantendrá viva hasta el fin de los tiempos.
<< -¿Es su influencia realmente tan mala como dice Basilio,
lord Henry?
No hay influencia buena, míster Gray.
Toda influencia es inmoral..., inmoral desde el punto
de vista científico.
-¿Por qué?
-Porque influir sobre una persona es transmitirle nuestra propia
alma. No piensa ya con sus pensamientos naturales ni se consume con sus pasiones naturales. Sus virtudes no son reales para ella. Sus pecados, si es que hay algo semejante a pecados,
son prestados. Se convierte en eso de una música ajena, en acto de una obra que no fue escrita para ella. El fin de la vida es el
propio desenvolvimiento, realizar la propia naturaleza perfectamente, esto es lo que debemos hacer. Lo malo es que las gentes están asustadas de sí mismas hoy día. Han olvidado
el más elevado de todos los deberes: el deber para consigo mismo. Son caritativas, naturalmente.
Alimentan al hambriento y visten al pordiosero.
Pero dejan morirse de hambre a sus almas, y van desnudos. El valor nos ha abandonado. Quizá no lo tuvimos nunca, en realidad. El terror de la
sociedad, que es la base de la moral; el terror de Dios, que es el secreto de la religión... Estas son las
dos cosas que nos gobiernan. Y, sin embargo... (...) creo que si un
hombre quisiera vivir su vida plena y completamente,
si quisiese dar una forma a todo sentimiento suyo, una realidad a todo sueño propio, el mundo ganaría tal empuje de nueva alegría, que olvidaríamos todas las enfermedades medievales para volvernos hacia el ideal griego, a algo más bello y más rico que ese ideal quizá. Pero el más valiente de nosotros está asustado de sí mismo. La mutilación del salvaje tiene su
trágica supervivencia en la propia negación que corrompe nuestras vidas. Nos vemos castigados por nuestras negaciones.
Cada impulso que intentamos aniquilar germina en la mente y nos envenena. El cuerpo peca primero y se satisface con su pecado, porque la acción es un modo
de purificación. No nos queda nunca más que el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de una pena.
La único medio de desembarazarse de una tentación
es ceder a ella. Si la resistimos, nuestras almas crecerán enfermizas, deseando las cosas que se han prohibido a sí mismas y, además, sentirán deseo por lo que unas leyes monstruosas han hecho
monstruoso e ilegal. Se ha dicho que los grandes
acontecimientos tienen lugar en el cerebro.
Es en el cerebro y solamente en él donde
tienen lugar asimismo los grandes pecados del mundo. Usted, míster Gray, usted mismo, con su juventud rosa y su adolescencia blanquirrosa, habrá tenido pasiones
que le hayan atemorizado, pensamientos
que le hayan llenado de terror, días de ensueño y noches de ensueño cuyo simple recuerdo pudiera teñir de vergüenza sus mejillas...>>